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lunes, 31 de enero de 2011

Rafa Nadal, un ejemplo a seguir

El tenista manacorí, Rafa Nadal, no es sólo el número uno del tenis mundial sino que también es el número uno mundial en cuanto a deportividad y competividad. Rafa, a su corta edad, es el máximo referente del tenis español y mundial gracias a su profesionalidad que le hace ser una persona que vive por y para su deporte, el tenis.

El viernes sufrió durante su partido del jueves en los cuartos de final del Open de Australia ante su compatriota y amigo, David Ferrer, una grave rotura muscular que le condicionó durante todo el encuentro haste el punto de que perdió el partido.

No obstante, dio muestras de lo que un deportista español es pues nunca se rindió y murió, como se suele decir, con las botas puestas entregándose al máximo de sus posibilidades. Ferrer, al terminar el partido elogió la competividad de Rafa que no sólo no dejo de luchar por pasar a semifinales del Open sino por no abandonar el duelo ante un amigo pues le parecía una gran falta de respeto dejar tirado en la pista sin luchar a su gran compañero David Ferrer, tal y como éste último aseguraba al termino del partido.

Esto demuestra que por encima de deportista y ganador nato, toda persona debe ser humilde y honesto en su trabajo y dar siempre el cien por cien tanto fuera como dentro de la 'cancha'. Este simple gesto diferencia las estrellas de los demás y claro ejemplo de esto es la diferencia entre Messi y Cristiano. Mientras uno sólo habla en el campo dando muestras de su calidad a base de jugadas colectivas y grandes goles que quedan para el recuerdo, otro, y hablo de Ronaldo, no sólo tiene gestos antideportivos en el terreno de juego sino que además, por si fuera poco, presume de su fama fuera del deporte. Prueba de ello es que Messi nunca sale en la prensa del corazón y el portugués sí pero lo gracioso es que después encima se queje de ello. Cada uno recoge lo que siembra y es mejor ser humilde y llevarse bien con absolutamente todo el mundo que ser o CREERSE superior y después recibir palos e insultos que, al igual que por un lado están castigados, por otro, son del todo merecidos por la prepontencia de sus acciones.

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